Protegerse del calor

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Los peligros del esceso de calor: cómo protegerse de las altas temperaturas este verano

La temida ola de calor, que puede aparecer durante el verano, afecta principalmente a enfermos crónicos, ancianos, bebés, personas sin techo o desfavorecidas, pero en un determinado momento puede afectar a cualquiera. Es importante evitar este transtorno con graves riesgos para la salud tomando las precauciones adecuadas contra el calor.

Los principales efectos por el calor son el agotamiento por calor, la insolación y el golpe de calor. Puede ser dificil distinguir entre una y otra porque comparten síntomas.

Las principales precauciones son la habituales: refrescarse, beber agua de forma abundante, aunque no se tenga sed, en especial ancianos y niños, protegerse de la exposición directa al sol, evitar realizar esfuerzos físicos en las horas de más calor, permanecer en lugares frescos y usar ropa clara y ligera.

Cómo reacciona el cuerpo: La termorregulación corporal

El organismo dispone de una serie de mecanismos de autorregulamiento para mantener su temperatua (entre 36 a 37º C) ante cambios bruscos de temperatura, el ejercicio muscular intenso, etc.

Estos cambios fisiológicos pueden ser, la redistribución sanguínea hacia la piel, para que la sangre pierda calor en caso del ejercicio físico, o la sudoración, ya que al evaporarse el sudor sobre la piel ésta se enfría frente al calor exterior.

La eficacia de la sudoración depende de varios factores. A mayor edad, menor eficiencia, la costumbre de soportar temperaturas altas o la humedad atmosférica. Se puede mejorar esta sudoración mediante una buena higiene (para despejar los poros) y vestir con ropas holgadas y de colores claros.

El agotamiento

Una de las principales patologías del esceso de calor es el agotamiento. Se produce principalmente por la realización de esfuerzos duros con mucho calor y en ancianos, aunque puede producirse sin necesidad de esfuerzos.

Se produce por un déficit de agua o sal, ya sea ésta debida a una ingesta insuficiente o a un exceso de pérdidas, y provoca sensación aislada de debilidad, vértigos, dolores de cabeza, náuseas, vómitos e incluso delirio, además del aumento de la cadencia respiratoria con la retención de CO2.

Cuando alguien sufra agotamiento, se recomienda colocarle en un lugar fresco, desnudarle y refrescar la piel con una toalla húmeda con el objetivo de limpiar el sudor excesivo más que para enfriar y darle a beber líquidos abundantes (agua con sal y bicarbonato). Si es un caso grave acudir cuanto antes a un centro de salud.

El golpe de calor

Se produce por el mal funcionamiento de algunos órganos internos debido a un funcionamiento deficiente del mecanismo de termoregulación. El golpe de calor se produce de una forma súbita, con síntomas difusos como como debilidad, somnolencia diurna, mareos, fiebre dolores de cabeza y calambres musculares que, en general, aparecen minutos, horas o más raramente, días antes de la disminución del nivel de consciencia.

Una forma de detectar esta patología es comprobar si la piel está seca, ya que la falta de sudoración es una de las principales causas que desembocan en el golpe de calor.

Las principales medidas a tomar frente a un cuadro de golpe de calor pasan por iniciar medidas físicas de enfriamiento en todas las personas con fiebre elevada y alteración de la consciencia en las que sospechemos este cuadro. Así, hay que colocar a la persona afectada en una bañera con agua fría o con hielo, hasta que descienda la temperatura a 38,5º C. Otra opción es friccionar el cuerpo con compresas de agua helada o hielo picado.

También es necesario dar a beber agua con sal y bicarbonato de igual forma que en el agotamiento por calor y friccionar fuertemente la piel para combatir el espasmo vascular de la piel mientras se produce el trasladar al hospital, donde es necesario que se le atienda para mantener el sistema cardiovascular y tratar las complicaciones (sistema nervioso nervioso, riñón, corazón…), así como para la vigilancia y el control constante del paciente.

La insolación

La insolación es la patología más conocida y habitual de la exposición al sol. Más que por un aumento del calor, la insolación se produce por la exposición prolongada de la radiación solar sobre la cabeza.

Esta patología se caracteriza por dolor de cabeza, náuseas, vómitos y debilidad generalizada; pulso débil y respiración lenta; elevación de la temperatura corporal; vértigo y calambres musculares; alteraciones visuales y auditivas; convulsiones y alteraciones cerebrales incluida la pérdida de consciencia.

Ante un cuadro de insolación los expertos recomiendan, en primer lugar, retirar al sujeto de la exposición al sol y colocarlo en una habitación fresca y bien ventilada. Además, aconsejan colocar compresas frías en la cabeza e incluso realizar un baño no muy frío si la temperatura es elevada, y administrar líquidos fríos, aunque nunca bebidas alcohólicas.

Asimismo, es aconsejable darle una alimentación muy ligera, así como masajes en los miembros para mantener una buena circulación, y si padece un intenso dolor de cabeza, administrarle ácido acetilsalicílico. Si el paciente no acaba de recuperarse, lo más recomendable es trasladarlo al hospital para una mayor valoración.

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